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Capítulo976

Sofía sonrió con gran tristeza, levantó la cabeza para mirar a Simón, y las grandes lágrimas no dejaron de caer.

Las huellas de lágrimas en su rostro sonreído eran como una verdadera rosa marchita a punto de deshojarse, floreciendo con toda su fuerza en sus últimos momentos de vida.

Simón le secó con cariño las lágrimas y sonrió: —Ven conmigo, siempre he querido decirte algo.

Simón tomó a Sofía de la mano y volvieron al estrado, frente a todos.

En ese momento, Azucena gritó frenética: —¿Quién eres tú? ¡Sal de aquí de inmediato!

Simón la miró sin decir una sola palabra, pero su mirada burlona hizo que Azucena casi estallara en el lugar.

Era como si estuviera mirando a un mendigo muy despreciable y sucio, llena de desprecio y repulsión.

Como si mirar por un breve momento más, pudiera ensuciar sus propios ojos.

Azucena estaba tan enojada por esa mirada, que temblaba de rabia y no pudo encontrar las palabras justas para hablar por un momento.

Mientras tanto, Genaro miraba atónito a Simó
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