HenryHenry salió por la puerta, dejando a Circe sola en la oficina. Se acercó a Mae y Samuel, inclinándose hacia Samuel. La prima de Mae lo miró con curiosidad.—Um... ¿ella quiere hablar contigo? —murmuró Henry.Samuel respiró hondo e intercambió una mirada curiosa con Mae antes de dirigirse a la
—No creo que pueda... Por favor, Henry, confía en mí, no quiero nada más que casarme contigo ahora mismo. Quiero estar contigo y saber que eres mi pareja más de lo que jamás he deseado nada. Pero no puedo ir en contra de la Diosa de la Luna —respondió Mae.De nuevo, miró con curiosidad hacia la puer
CirceCirce se encontraba en el patio trasero, sumida en la tristeza y preocupación por lo que había ocurrido. Deseaba fervientemente poder dar marcha atrás y cambiar sus acciones pasadas.Se puso de pie y comenzó a deambular en grandes círculos por la zona cubierta de césped. Su mente estaba llena
—¿Entonces que? —preguntó Ivy. —Claramente pasó algo más, o no estarías tan molesto. Tu hechizo funcionó y obtuviste lo que querías, malditos todos los demás.Circe levantó la vista a tiempo para ver a Ivy poner los ojos en blanco. Ahora parecía un poco crítica, aunque Circe de verdad no podía culpa
HenryCuando Samuel y Mae se marcharon, Henry liberó un grito salvaje. La furia y la rabia que bullían en su interior comenzaron a desbordarse. Observó su oficina, tan pulcra y deslucida. Hasta el aspecto de su espacio empezaba a alterar los nervios de Henry. Ya no podía soportar nada de su entorno.
Estuvo a punto de darse la vuelta y regresar cuando percibió un sonido extraño procedente de detrás de los árboles. Era como un breve sollozo de mujer. Se llenó de preocupación al pensar que Ivy podría estar llorando.Movido por la curiosidad, se adentró lentamente en los jardines en dirección al so
CirceLa mente de Circe era un torbellino de dolor y vergüenza. Su corazón dolía y las palabras de Ivy seguían resonando profundamente. No podía dejar de imaginar la mirada furiosa de Ivy cuando la dejó con su última amenaza. La preocupación y el miedo se propagaban como un incendio dentro de Circe,
Fue solo cuando Raveena se acercó que Circe notó que también llevaba dos tazas llenas de un líquido verdoso que flotaba y despedía un vapor persistente. Raveena se sentó frente a Circe con una sonrisa curiosa y traviesa, deslizando una de las tazas hacia ella e invitándola a beber.—¿Qué es esto? —p