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Capítulo 0005

*Circe*

Circe caminó silenciosamente por el bosque y siguió el flujo de magia hacia la cima de la montaña. A pesar de sentir cierta inquietud y nerviosismo al acercarse a la hechicera salvaje, se esforzó por encontrar su fortaleza interior y recordar el motivo que la había llevado hasta allí. Mientras caminaba, los árboles parecían despojarse de su color y curvarse sobre ella como un dosel.

Circe dio pasos ligeros y permaneció alerta ante cualquier posible amenaza en el bosque. Había escuchado numerosos rumores inquietantes acerca de la bruja que habitaba en ese lugar, así que no pudo evitar mantener la cabeza en constante movimiento.

Los sonidos de aullidos y graznidos de otros animales llenaban el aire a su alrededor. A medida que ascendía la montaña, la atracción de la magia se intensificaba. El corazón de Circe empezó a latir con más fuerza en su pecho, acompañando el ritmo de los crujidos de las ramas y los llamados de los animales en la distancia.

El sendero comenzó a curvarse y, de repente, los ululatos de los búhos se hicieron más intensos, resonando entre los árboles. Circe se detuvo un momento, tratando de localizar a los búhos en el entorno. A pesar de su aguda visión de lobo, no logró divisar ninguno de ellos.

Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Había estado imaginando esos sonidos? Dudó por un instante si continuar con aquel ominoso viaje valía la pena.

Sin embargo, al visualizar a Henry abrazándola, se sintió reconfortada y cálida. Pero entonces, la imagen de Mae invadió su mente, llenándola de celos y rabia una vez más. De pronto, su temor se evaporó y fue reemplazado por una inusual confianza. Con la frente fruncida, continuó ascendiendo por la montaña.

Circe aceleró el paso, ignorando los ululatos de los búhos. Doblando una esquina, avistó la cabaña a lo lejos. El humo salía densamente por la chimenea y las luces de luciérnagas parpadeaban alrededor. A simple vista, la cabaña parecía ser una morada común, con solo leves indicios de magia revelados por las luces.

No obstante, a pesar de su apariencia hermosa, Circe percibió una sensación inquietante en el lugar, lo que la hizo estremecer. Como si hubiera una energía latente advirtiendo a las personas que se mantuvieran alejadas.

A regañadientes, avanzó y llamó a la puerta. La casa quedó en silencio. A pesar de las luces y el humo, parecía como si no hubiera nadie en su interior. Circe se preguntó si debería retirarse o intentar llamar de nuevo. Cuando levantó la mano para hacerlo, la puerta se abrió, revelando a una mujer salvaje, desaliñada y aterradora. Circe instintivamente dio un paso atrás.

El cabello de la hechicera era largo y oscuro, enredado en rastas y trenzas. Sus ojos, cubiertos de un humo oscuro, eran de un penetrante verde. Vestía harapos y su cuerpo estaba cubierto de algas y conchas. Una serpiente verde resplandeciente se deslizaba sobre sus hombros, observando a Circe con sus ojos entrecerrados. La hechicera sonrió con malicia y se recostó seductoramente contra el marco de la puerta.

—Bien, pequeña loba, estás muy lejos de casa, sobre todo estando sola en una noche tan fría y oscura. ¿Puedo ayudarte en algo? —Sus palabras goteaban veneno y Circe dio otro paso atrás, con los labios temblando mientras las palabras se le atascaban.

—Quiero que realices un hechizo —finalmente logró decir Circe. La hechicera amplió su sonrisa, mostrando sus afilados dientes.

—¿Deseas que realice un hechizo? ¿Es eso todo lo que buscas? Bien, pequeña loba, ¿qué puedes ofrecerme a cambio? Incluso la serpiente que rodeaba su cuello parecía estar sonriéndole a Circe.

—¿Qué? ¿Q-qué, um, qué desearías...?

La hechicera rió de nuevo, inclinando la cabeza hacia atrás, lo que permitió a Circe ver detalladas cicatrices y tatuajes serpenteados en su pecho. Circe se abrazó a sí misma, tratando de reunir valor.

—Entra, querida. Podemos hablar del precio después. Mi nombre es Raveena. No temas, no muerdo. —Raveena guiñó un ojo a Circe mientras se apartaba de la puerta. Con cautela, Circe ingresó en la cabaña, asegurándose de mantenerse a distancia de la serpiente.

La pequeña cabaña estaba repleta de velas, plantas y frascos que contenían lo que parecían ser intestinos y sangre. A pesar de la repulsión que le causaba, Circe no podía apartar la mirada de aquel contenido grotesco.

¿En qué se había metido?

—Dime qué tipo de hechizo estás buscando, loba —exigió Raveena, moviéndose para sentarse en una silla junto a su mesa. Raveena acarició de manera casual la cabeza de su serpiente. Circe se movió lentamente para sentarse a su lado.

Antes de que su coraje la abandonara por completo, habló.

—Quiero a este hombre. Estoy segura de que debe estar destinado a aparearse con otra loba. Está enamorado de ella y eso me está volviendo loca —murmuró Circe.

—Oh, ya veo. ¿Deseas que este hombre comience a prestarte más atención? ¿Es eso lo que quieres? ¿O preferirías que esta otra chica... desapareciera? —insinuó Raveena con una sonrisa maliciosa.

—¿Qué? ¡No! ¡Nadie debe morir! Solo quiero que cambies su apareamiento, que termine con Henry. —Circe sintió un nudo en el pecho mientras hablaba. Apartó su silla ligeramente de Raveena.

—Muy bien, eso es más sencillo y factible. Así que, Henry estará contigo. ¿Y qué pasará con esta otra mujer?

—Su nombre es Mae. La verdad es que no me importa. Solo que Henry no... —comenzó a decir Circe.

Raveena la interrumpió con una mirada curiosa que inquietó profundamente a Circe. La serpiente alrededor de su cuello pareció moverse como si estuviera lista para atacar.

—Necesitaré un nombre, querida, si deseas que esto funcione —dijo Raveena con un tono gélido. Sus ojos parecían tan oscuros y estrechos como los de su mascota. Circe retrocedió instintivamente.

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