MaeLa luz de la mañana se filtró rápidamente en la pequeña habitación. Mae descansaba estirada en la cama con su brazo y pierna izquierdos aún alrededor de Henry. Sus ojos se abrieron con el calor del amanecer. Con una inhalación profunda, esbozó una amplia sonrisa.Era todo lo que alguna vez había
Sintió que el cuerpo de Henry se tensaba contra el suyo, pero su expresión seguía siendo imperturbable.—Bueno, será mejor que nos apuremos. No hay razón para darle más tiempo a ese hombre para que se entregue a sus pensamientos trastornados —dijo Henry, su tono brusco y enojado. Mae sabía que no er
MaeLa tarde se tornaba noche cuando Henry y Mae llegaron a la casa de Samuel. Ambos se sentían exhaustos y preocupados, pero no por la carrera. Mae había intentado dar sentido a las preguntas y preocupaciones que inundaban su mente mientras subían los conocidos escalones.La puerta se abrió de par
Alfa Frederick la miró con lo que parecía incredulidad y parpadeó. Sus ojos parecían un poco húmedos. Mae forzó una sonrisa y asintió.—Bueno, pongámonos en posición, ¿de acuerdo? —Alfa Frederick comenzó a dirigir a Samuel y sus tropas.Antes de que todos estuvieran completamente en su lugar, Mae pu
MaeMae notó cómo sus rodillas flaqueaban y empezó a desfallecer de angustia. Henry se apresuró a sujetarla sin perder la compostura. La ayudó a descender con cuidado al suelo y la abrazó mientras sollozaba.Un dolor abrumador invadió el cuerpo de Mae, y las lágrimas fluían sin control. No podía vis
Mae se sentía sombría y solemne mientras caminaban y agradecía que Henry hubiera insistido en ir a tomarle la mano. Los pensamientos de Mae continuaron vacilando hacia su padre. Intentó seguir los momentos con él que se había perdido: señales de alerta que debería haber visto antes para hacerle sabe
—Hablaré con ella y veré qué puedo averiguar. O tal vez envíe a Samuel a hablar con ella —ofreció Henry, claramente perdiéndose en la posibilidad. Mae lo mira con cautela.—No quiero que hagas o digas nada que ayude a poner a Samuel en su contra. Déjeles que resuelvan esto solos —advirtió Mae. Henry
MaeHabían transcurrido tres días desde la llegada de Mae a la casa de su abuela, y sentía la urgencia del tiempo avanzando implacablemente. Ataviada con prendas que encontró en el antiguo guardarropa de su madre, Mae inhaló profundamente, intentando no obsesionarse con la proximidad de la fecha lím